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EL SUEÑO DEL RIGOR PRODUCE INTERPRETACIONES ABERRANTES

Juan Antonio Olañeta Molina


 

En nuestros convulsos y pandémicos tiempos, en los que la incapacidad del ser humano para afrontar con racionalidad y un mínimo de coherencia y sentido los grandes retos que le acechan, como el cambio climático, resulta especialmente vigente uno de los más conocidos e incisivos grabados de la serie de Los Caprichos de Goya: El sueño de la razón produce monstruos. En estos momentos, en los que es más necesario que nunca, el conocimiento es despreciado y banalizado hasta límites bochornosos. Cualquiera, desde la más imprudente y osada ignorancia, se cree con capacidad para enmendar la plana a científicos, epidemiólogos, economistas y otros reconocidos especialistas.

Me permitirán que inicie este breve texto crítico adaptando el título de la mordaz obra de don Francisco a la disciplina de la iconografía: en los estudios iconográficos “el sueño del rigor produce interpretaciones aberrantes”

El 27 de diciembre de 2021, el Diario del Alto Aragón publicaba a toda página un artículo titulado “Adán y Eva en la catedral de Jaca”, firmado por Álvaro López Asensio, “profesor, historiador y teólogo”, en el que el  autor proponía una inverosímil e infundada interpretación de dos capiteles de la portada occidental de la catedral de Jaca. Al poco tiempo, Antonio García Omedes daba cumplida réplica a tan especulativa interpretación en su trabajo “Daniel en el foso de los leones y el profeta Habacuc en Aragón (controversias y errónea reinterpretación del tema en la prensa)”, en el que dejaba meridianamente claro que donde López Asensio ve a los primeros padres expulsados del Paraíso, en realidad se está representando la segunda condena del profeta Daniel al foso de los leones, como ya habían identificado en su día, basándose en su profundo conocimiento de la narración bíblica, eminentes especialistas como Serafín Moralejo y David Simon.

A diferencia de Omedes, me centraré en el análisis de los notorios déficits metodológicos de dicho trabajo. La primera cosa que llama la atención es que se plantee una interpretación diferente a la mantenida hasta la fecha por la historiografía sin hacer la menor alusión a la misma. El aparato crítico de este trabajo brilla por su ausencia. No se ha hecho ni un mínimo esbozo de estado de la cuestión. Cuando se pretende proponer una lectura iconográfica novedosa, si se quiere hacer con un enfoque metodológico mínimamente serio y riguroso, es obligado plantear de una forma clara y sistemática las razones por las que la interpretación vigente hasta la fecha no es válida y, acto seguido, aportar los argumentos que hacen que la nueva hipótesis sea más adecuada que la anterior. Es posible que López Asensio haya leído lo mucho que se ha escrito sobre estos capiteles hasta la fecha, no lo dudo, pero en ningún momento somete su ocurrencia (permítanme denominarla así, pues es lo que creo que es) a una rigurosa y mínima comparación con la teoría preexistente.

Resulta evidente que López Asensio detecta en su interpretación ciertos aspectos en los que la imagen no coincide con la narración bíblica del pasaje al que alude. Lejos de buscar paralelos en otras obras o interpretaciones exegéticas que las justifiquen, recurre a forzados razonamientos que en absoluto avalan su planteamiento. Se da cuenta que los que él cree que son Adán y Eva ‒que en realidad son Habacuc y Daniel‒ están ataviados con unas vestimentas que no son muy propias de las que suelen portar los primeros padres en la expulsión del Paraíso. Si hubiera realizado una mínima indagación sobre las pautas iconográficas altomedievales, habría comprobado que mientras que en determinadas ocasiones Adán y Eva salen del Edén desnudos ocultando su sexo con hojas ‒como sucede en los relieves de las fachadas de la catedral de Módena y de San Zenón de Verona‒, en otros casos aparecen vestidos con pieles (portada de Santa María de Uncastillo o claustro de la catedral de Monreale) o con túnicas cortas (Biblia de Moutier-Grandval, Tours, c. 830-840, British Library, Londres, Add MS 10546, f. 5v). Lo que no encontrará es ningún ejemplo de Adán y Eva en el que vistan sendas túnicas largas y, sobre ellas, un manto, como sucede en la cesta de Jaca. El autor justifica esta vestimenta señalando, erróneamente, que es “la indumentaria propia del siglo XI-XII”. Si la representación de Adán y Eva cubiertos con pieles está justificada por la narración bíblica ‒pero no por el pasaje que cita López Asensio (Gn. 3, 7), sino por el que dice que “Y Jehová hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y vistiólos” (Gn 3, 21)‒, y la que los muestra con túnicas cortas por antecedentes carolingios previos, para justificar la peculiar indumentaria de los “presuntos” Adán y Eva de Jaca, es necesaria una argumentación más sólida que la errada explicación aportada.

Otra anomalía iconográfica para la cual el autor omite la búsqueda de paralelos o antecedentes es el hecho de que el ángel expulse a la “presunta” Eva sujetándola por los cabellos. En este caso recurre, de nuevo, a una especulativa ocurrencia para justificar esta insólita forma de interactuar entre el ángel y los primeros padres: que la cabeza es “el miembro del cuerpo donde se logra la sabiduría”. ¿Está tal afirmación avalada por algún comentario exegético? Si bien hay antecedentes en los que tanto Dios (Biblia de Roda, Paris, Bibliothèque nationale de France, ms. lat. 6/1, f. 6r), como el ángel (Biblia de Todi, Città del Vaticano, Biblioteca Apostolica Vaticana, Vat. lat. 10405, f. 4v), expulsan a Adán y Eva empujándoles y estableciendo un contacto físico con sus cabezas, en ningún caso los sujetan por el cabello.

Figura 1: LATERAL OCULTO DEL CAPITEL DE DANIEL Y HABACUC EN LA CATEDRAL DE JACA

(Fotomontaje de Antonio Rodríguez, Lola Valderrama e Ignacio Fernández)

Detrás del ángel, en el capitel de Jaca, hay un personaje que eleva con sus dos manos un objeto alargado. Para López Asensio es “Dios Padre y Creador […] ordenando al ángel que expulse del jardín del Edén o Paraíso a Adán y Eva”. De nuevo, justifica una anomalía iconográfica, la presencia del objeto alargado, mediante una extravagante idea: se trata del “cetro que le confiere ser todopoderoso y omnipresente”. ¿Para qué molestarse en buscar paralelos, antecedentes o textos exegéticos que lo avalen? No contento con esto, complementa su  razonamiento con un sorprendente comentario, totalmente impropio de alguien que conozca mínimamente la iconografía románica: “en el románico es muy difícil encontrar la representación de Dios, no así de Jesucristo”. En mi tesis doctoral sobre la iconografía de Daniel en el foso de los leones, di a conocer unas fotografías realizadas por Lola Valderrama, Ignacio Fernández y Antonio Rodríguez de las caras ocultas de los capiteles de la portada de Jaca (fig. 1). En la correspondiente al capitel que nos ocupa hay una figura casi idéntica que el presunto “Dios Padre y Creador”. ¿Cómo explica tan osado “profesor, historiador y teólogo” esta duplicidad de la imagen divina? ¿Se trata, quizás, de una representación insólita de la santísima “Binidad”? Quizás para este autor sea una característica que hace que “el capitel sea único, peculiar e importantísimo en la historia del arte por su rareza”, como afirma intentando justificar la “extraña” presencia de la imagen de Dios. Lo que para López Asensio es Dios, en realidad son los campesinos a los que Habacuc llevaba el potaje que estaba preparando cuando se le apareció el ángel que le pidió que fuera a Babilonia para asistir a Daniel (Dn 14, 33). Por eso están levantando unos azadones.

Otro elemento extraño en las representaciones de la expulsión de Paraíso es el objeto redondo que entrega la presunta Eva al presunto Adán. De nuevo se recurre a la especulación para tratar de explicar esta nueva anomalía iconográfica: “la hogaza de pan representa el duro trabajo con el que Dios les castigó”. ¿No es más sencillo pensar que se trata de la comida que entrega Habacuc a Daniel? Además, la forma redonda del pan, que recuerda a una hostia, está plenamente justificada por los comentarios exegéticos. Así, el pan portado por Habacuc, por venir del cielo es denominado “coelesti prandio” por Zenón de Verona y “panis Angelorum” por Ambrosio de Milán. Prudencio, al poner en boca de Daniel la palabra “Amén” tras ser confortado por la comida, establece una identificación con el fiel, que al recibir del sacerdote la comunión. Esta consideración de pan eucarístico se pone de manifiesto en algunas obras de la escultura románica mediante la forma redonda y plana con la que se representan los alimentos que lleva Habacuc (Loarre, Mas d’Agenais, Neuilly-en-Dun, Pernes-les-Fontaines Santa Radegunda de Poitiers, Saint-Ferme, Saint-Lizier, Saint-Sever, Saint-Sulpice-de-Mareuil, San Juan de la Peña, Vienne y Ydes-Bourg). Lo que acabo de hacer es precisamente lo que evita López Asensio, la justificación de unos planteamientos con pruebas, o cuando menos, con indicios sólidos.

Tampoco encajan mucho en la expulsión del paraíso las dos cabezas de leones que hay en una de las esquinas del capitel de Jaca. Sin embargo, el autor, inasequible al desaliento, y de una imaginación desbordante, saca su calzador y les busca un encaje en su interpretación: “representan el pecado y, […], las consecuencias que tuvo para toda la humanidad”. ¿No es más fácil pensar que son los leones del foso en el que fue castigado Daniel?

Figura 1: CAPITEL DE DANIEL Y HABACUC EN LA ABADÍA FRACESA DE SAINT SERVER (FRANCIA)

(Fotografías de Jean-Marc Fabier)

 

Figura 3: CAPITEL DE DANIEL Y HABACUC EN LA CATEDRAL DE JACA

 

Finalizaremos, haciendo referencia a un capitel, de la abadía de Saint-Sever (fig. 2) que representa claramente la condena de Daniel al foso de los leones, y que sigue un modelo iconográfico muy similar al del capitel de Jaca. La existencia de esta pieza no deja lugar a dudas de cuál es el episodio representado en la portada jaquesa. Esto es lo que pasa cuando no se buscan paralelos y cuando se obvia lo ya publicado. Los estudios iconográficos deben basarse en el rigor, la comparación, el contraste de ideas, la búsqueda de antecedentes y paralelos, el estudio de lo ya publicado y el sometimiento de los planteamientos propios a una revisión crítica. Nada de esto se ha hecho en el artículo publicado en el Diario del Alto Aragón.

También aporta el autor su peculiar interpretación sobre el otro capitel de la portada de Jaca, pero entendemos que ya hemos puesto en evidencia la magnitud del despropósito de la mencionada publicación. Resulta asombroso tener que estar a estas alturas intentando demostrar lo que ya dejaron meridianamente claro en su momento especialistas tan prestigiosos como Moralejo y Simon. Sin embargo, es el sino de nuestros tiempos, en los que hemos de demostrar obviedades como que la Tierra es casi esférica y que las vacunas funcionan. Lo dicho, el sueño de la razón produce monstruos. ¡Qué razón tenía el genial pintor de Fuendetodos!

 

Huesca; 16 de enero de 2022

Juan Antonio Olañeta Molina

Doctor en Historia del Arte. Profesor de la UB y UdL


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