CAPITEL 
      NÚMERO 28
     Este capitel muestra 
      en las caras de su cesta las imágenes de la Bailarina 
      contorsionista y la lucha entre un Centauro y una Sirena.    
    La escena de la bailarina 
      contorsionista, como ya se ha indicado, es una de las emblemáticas 
      del maestro de San Juan de la Peña hasta tal punto que se considera 
      una especie de "firma de taller". La encontramos en la práctica 
      totalidad de las obras del maestro por todas las Cinco Villas y Huesca 
      e incluso en La Seo de Zaragoza.
    La composición es 
      muy similar en todas: un músico que toca cordófono o aerófono, 
      según los lugares, mientras que la bailarina ejecuta una contorsión 
      con los brazos en jarras y el cabello rozando el suelo. 
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    De esta forma aparece en el claustro de 
      San Pedro el Viejo de Huesca al ritmo de la música de un arpa-salterio 
      que pulsa un músico en el ángulo del capitel. La primera vez que esta escena es representada 
      por el maestro, es en San Gil de Luna decorando un capitel interior del 
      ventanal del lado sur de la cabecera de este templo.     
    La cara larga del lado este 
      de este capitel muestra a un "centauro" sagitario (si bien su 
      cuerpo no es de caballo, sino de león, con evidentes garras) en el momento posterior a 
      haber lanzado su flecha en dirección a una sirena que situada en 
      el ángulo del capitel ocupa la cara oscura del mismo. Lleva dos grandes 
      peces en sus manos. 
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    Por la situación 
      del capitel en "zona de lucha entre bien y mal", quizá 
      habría que considerar que en el cristianismo el centauro representa 
      simbólicamente al hombre atormentado por la lucha entre el bien y 
      el mal. Así encajaría en su lucha con la sirena, seres negativos 
      y elementos de perdición de los hombres. 
    Por otra parte, el incluir 
      aquí a la bailarina contorsionista, refuerza la idea negativa de 
      la misma. Idea que en la Iglesia era extensiva a músicos profanos, 
      titiriteros danzarinas, etc. como paradigma de la lujuria y de formas de perder 
      el tiempo con asuntos mundanos.