Hay otro
hecho singular, no bien tenido en cuenta hasta el trabajo de García
Lloret. En San Gil trabajaron dos maestros escultores. El maestro principal
decora la portada y los capiteles más próximos al espectador
que narran episodios de la vida de Cristo, situándolos en una arquería
ciega adosada a los muros como si de un claustro se tratase. Este escultor
guarda similitud con el maestro Leodegarius, con el que debe de
haber coincidido. Columnas-estatua al modo de lo visto en Sangüesa,
o el infrecuente tema del ahorcamiento de Judas, los relacionan.
Un segundo
maestro, de menor rango que el primero (en ese momento), esculpe los capiteles
más alejados del espectador, aquellos situados en altura en la
cabecera. Narran pasajes de la vida de San Gil y de san Ginés (ciclo
este último que yo identifiqué), así
como motivos alusivos a los evangelistas. También arpías,
temas vegetales y una bailarina contorsionista (la primera) que danza al son de un arpa. Son característicos de este segundo maestro los ojos
avellanados como de insecto o los pliegues circulares en la ropa decorados
con pequeñas muescas perpendiculares al principal. Se trata ni
más ni menos que de el maestro de San Juan de la Peña, o
de Agüero, quien antes que en este templo había hecho una
pequeña obra en San Felices de Uncastillo, localidad en la que
aprende su oficio en la construcción de Santa María la Mayor.
En San Gil de Luna se empapará de la temática de la vida
de Cristo y más tarde la reproducirá en el claustro de San Pedro el Viejo
de Huesca (1170-1175) y posteriormente en el de San Juan de la Peña
(1180-1190), que no es como se cree el "modelo" de la escultura
de este artista sino un relevante punto en su evolución. Entre ambos claustros
trabajará en San Antón de Tauste y San Salvador de Ejea
de los Caballeros. Y más tarde, ya bajo patronazgo del obispo de
Pamplona, lo hará en Sangüesa, Luesia, Agüero, Almudévar,
El Frago y Biota, por este orden según el autor citado.